Se acepta que los códigos de conducta, las costumbres sociales, la pérdida de protagonismo de las figuras de autoridad tradicionales –padres y profesores- como referencia educativa, un ambiente crecientemente competitivo y la generalización de modelos de vida que incrementan la frustración sin compensación posible, son elementos que distorsionan la realidad en la que nuestros hijos crecen y se desarrollan, todo ello con consecuencias sobre su estado mental, sus conductas y comportamientos; y que afectan antes y en mayor medida a los niños más frágiles y vulnerables. La realidad es que los estudios epidemiológicos señalan una prevalencia global estimada de condiciones psicopatológicas en la población infantil variable entre el 10% y el 20%, creciente además en los últimos años.
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Fuente: Revista digital Universidad de padres