Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida
deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y, aunque estén contigo,
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti,
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas, son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.
Khalil Gibrán, poeta nacido en el Líbano en 1883 y muerto en Nueva York en 1931