En el mercado hay un sinfín de disfraces para envolver al bebé y convertirlo en: momia, abeja, mariposa, lobo, etc. Y claro que están divertidos y guapísimos (aunque nuestros bebés están guapísimos siempre), pero ellos no saben que están disfrazados, es decir, ellos no saben que con esa ropa se han convertido por unas horas en un lindo pajarito. Y tampoco les divierte representar un personaje animal o de un cuento (como podría ser el caso de los niños de 2 años en adelante), porque aún no están preparados para ello. Entonces, ¿por qué los disfrazamos? ¿A quién divierte realmente vestirlos con un atuendo incómodo de mariposa?
Sea como fuere, si decides disfrazar a tu bebé ten en cuenta lo que realmente necesita:
- no sentirse limitado en sus movimientos: disfraces muy abultados, apretados que no le permiten mover con facilidad sus brazos, o llevarse las manos a la boca, o reptar, o gatear, o sentarse por él mismo….
- no sentir incomodidad: por sonidos artificiales que suenan en cuanto él se mueve (como cascabeles cerca de su oído), o por un tacto áspero del tejido, o por adornos en su cabeza (gorros, diademas que tal vez luche una y otra vez para sacárselas)
- no sentir frío (porque él disfraz es de poco abrigo)
- no sentir exceso de calor, (para lucir disfraz la educadora no se lo quita en el aula y con la calefacción puesta el agobio puede ser grande…).
Si vas a disfrazar a tu bebé, hazlo sobre todo pensando en sus verdaderas necesidades pues para él es lo único importante. Si la ropa que lleva no le hace sentir cómodo y libre, hazle una foto cuanto antes (por aquello de inmortalizar el breve momento vestido de pingüino) y ofrécele una vestimenta que le permita ser él, sin incomodidades, sin limitaciones.
Fuente: Edukame