Durante los primeros años de vida, como mínimo hasta los cinco
años, es más que recomendable y fundamental que nuestros hijos duerman
la siesta o como mínimo descansen un rato después de comer.
Dormir la siesta influye directamente en el desarrollo de nuestros hijos de
un modo muy positivo, ya que les ayuda a estar más tranquilos, menos
irritables, más atentos y sosegados, … La diferencia entre una tarde de
mal humor y una tarde más pacífica está, muchas veces, en haber dormido
una siesta o no.
Fuente: escuela en la nube
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